Desde 1887 y hasta el momento del regreso a su tierra natal en 1911, Bautista Gargantini creó mucho más que una bodega, junto a su amigo y concuñado Juan Giol. Juntos, cambiaron para siempre la historia e identidad del vino argentino y le abrieron las puertas al mundo. Revolucionaron la manera de producir y comercializar el vino de una región pujante. Modernizaron las tareas, profesionalizaron el trabajo y crecieron en prestigio.
El espíritu de La Colina de Oro es crear vinos que resuman los aspectos más emblemáticos de la historia del vino argentino, aportando una visión contemporánea, global y una personalidad orientada hacia el futuro.